‘Viejas y nuevas masculinidades: hombres, socialización y violencias’, fue la ponencia que presentó la docente Elizabeth Gómez Etayo, de la facultad de Humanidades, durante la jornada ‘Enfoques que promueven la convivencia familiar’, liderado por la Alcaldía de Manizales.
Elizabeth Gómez Etayo es la autora del libro ‘Ni ángeles ni demonios, hombres comunes: narrativas sobre masculinidades y violencia de género’, una obra para entender por qué los hombres agresores, contrario a lo que todo el mundo cree, son personas comunes y corrientes, hijos de esta cultura.
Este fue el referente para que la docente de la facultad de Humanidades, de la Universidad Autónoma de Occidente, fuera una de las invitadas a la jornada de capacitación y sensibilización, ‘Enfoques que promueven la convivencia familiar’, coordinada por la corporación El Faro y la Alcaldía de Manizales.
Durante el evento hubo presencia de las Secretarías de Salud, de Educación y Bienestar Familiar de Manizales, y la jornada estuvo dirigida para funcionarios públicos que atienden niños, niñas, jóvenes y madres que trabajan directamente en intervención y en educación popular. El objetivo era que ellos tuvieran herramientas para que manejen situaciones de violencias basadas en género
“Uno de los temas de la jornada era sobre masculinidades, por eso yo presenté la ponencia ‘Viejas y nuevas masculinidades’, donde la intención era hacer una reflexión basada en mi libro, para promover nuevas formas de convivencia en las relaciones de género, partiendo de reconocer cómo se han socializado los hombres y particularmente los hombres agresores. Lo que yo hice fue identificar cómo se expresa la Violencia Simbólica a través de dichos populares, canciones, frases, novelas y otro tipo de expresiones discriminatorias, para poder identificarla en la cotidianidad”, explica la socióloga Gómez-Etayo.
El concepto de ‘Violencia Simbólica’, lo trae el sociólogo francés, Pierre Bourdieu, en su libro: ‘La dominación masculina’.
“La Violencia Simbólica es invisible, todos los días nos estamos alimentando de diferentes productos culturales que alimentan lo simbólico de la discriminación, pero no nos damos cuenta. Por ejemplo, la gente tiende a creer que el Reggaeton, es lo más explícito de la Violencia Simbólica, entonces me devolví a distintas situaciones de los patrones culturales como los dichos populares: “Oye ladeada mujer para nada”, es un dicho que mi abuela le decía a mi mamá, y mi mamá nos decía a nosotras, sus hijas, eso quiere decir que la mujer solo sirve para cocinar y para la casa”, agrega Elizabeth.
Viejas masculinidades = viejas costumbres
“La vieja masculinidad es el patrón que se repite, pero hay una nueva masculinidad que es la que respeta a las mujeres, que respeta la diferencia, que ha hecho conciencia de que no está bien la forma como nos han educado, o como han educado a los hombres; por eso la nueva masculinidad reflexiona sobre eso, no ve en la mujer un objeto, una cosa, ve un ser humano que es diferente por su condición biológica cultural, pero es un ser humano con el que se puede establecer una relación de pares, todos estos estereotipos que refuerzan la Violencia Simbólica, nos hacen ver en el otro un par igual al mí”, manifiesta Gómez-Etayo.
Identificando la raíz del problema
Las raíces históricas efectivamente muestran que el hombre y la mujer son seres diferentes, a quienes les corresponden distintas funciones, el asunto es reflexionar por qué la diferencia genera inequidad y por qué las acciones humanas se valoran positiva o negativamente. En épocas pasadas, la principal función de la mujer fue el cuidado de la prole y sobre el hombre recaía la responsabilidad de conseguir el sustento para esa unidad familiar.
“La actividad del cuidado y lo que hace la mujer en la casa, se juzga menos importante, pero llevar la comida a la casa, se considera más significativo. Si la mujer no cría, no hay humanidad, y si el hombre no caza, no hay comida. La mujer no puede ir a cazar cuando está amamantando, y el hombre no puede lactar, porque es la mujer quien tiene el seno para alimentar el bebé, es decir, ambas cosas son importantes para el desarrollo de la especie humana, entonces debemos reflexionar por qué una se ha juzgado socialmente de más valor que la otra”, explicó Gómez.
La docente finaliza con esta reflexión: “frente a los viejos esquemas no hay mucha esperanza, pero con una nueva forma de crianza para las nuevas generaciones podemos generar otra conciencia, la del respeto y la equidad; no solo en las familias, sino en las instituciones educativas, en los medios masivos de comunicación, porque todo el entorno contribuye de una u otra forma en la educación, tal vez volvamos a creer en el ser humano, pero sé que no habrán cambios profundos, si seguimos produciendo y consumiendo los mismos patrones culturales con los que nos hemos alimentado desde hace tantos años”.
No es suficiente con que un hombre no se comporte de forma violenta, es necesario que un hombre tome conciencia y diga: rechazo esa forma de violencia, la denuncio y me comprometo a nunca practicarla contra las mujeres.
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Facultad de Humanidades
egomez@uao.edu.co
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