Con el paso del tiempo algunas personas tienen algo de qué arrepentirse, pero si se trata de Angélica Bejarano, ella ‘de nada’ se arrepiente, ni siquiera de haber estudiado filosofía, luego de que la profesora de ‘Historia del Arte’ de su colegio marcara parte de su vida poniéndole como castigo un trabajo sobre Grecia que ella creería odiar, pero falso; se enamoró de él, y por eso ama ser lo que es hoy en día.
Se siente feliz de haber ejercido su profesión; decidió no ser madre, pero tiene varios hijos por cuidar – sus sobrinos -, vive con su madre, con quien asegura llevar una excelente relación de compañerismo y confianza; es una persona sensible, ‘corrinchera’ y su mayor pecado a la hora de comer es una combinación entre grasa y carne, con muy buen sabor, mejor conocido como el ‘chicharrón de cuatro patas’. Esta es su historia…
Se llama: Angélica Maria Bejarano Medina
Se graduó del: Colegio Normal Nacional de Señoritas de Cali
Por convicción estudió: filosofía en la Universidad del Valle
Otros estudios: Magíster en Filosofía de la Universidad del Valle y en Educación de la Universidad Javeriana Cali.
Tomó la decisión: de no ser madre
Dice que: de nada se arrepiente
Extrañará: el chicharrón de los viernes de la Universidad
Una frase: “Cuando el alumno está listo, el maestro aparece”
Angélica es la mayor de siete hermanos, pero asegura que a pesar de su experiencia nadie le hace caso, pues sus cuatro hermanas y dos hermanos, dicen que como ella no fue mamá, no puede opinar (risas).
Tuve dos oportunidades para casarme; la primera fue cuando estudiaba en la Universidad del Valle y tenía un novio que mi papá no quería, por lo que me pidió que nos casáramos a escondidas. Salí un día de mi casa a las 3:00 de la tarde rumbo a una notaría, cuando en el camino me encontré a una amiga que me dijo que no me casara y que más bien mirara el mal espejo de ella; nos fuimos a charlar toda la tarde y el tipo se quedó esperando”.
La segunda oportunidad de matrimonio, y tal vez la más segura, fue con un noviazgo de ocho años, con un sujeto querido y aceptado por toda la familia, pero que por cosas del destino, días antes de casarse, su prometido le contó un secreto que él sabía que ella no perdonaría. Efectivamente la respuesta de Angelica fue un no rotundo, pues la secretaria estaba embarazada de él, y hasta allí llegaron sus dos iniciativas de boda.
Luego de esos dos intentos, que para ella no fueron fallidos, sino simplemente cosas de la vida, cuenta que decidió salir de su casa buscando ‘libertad’, más no libertinaje, pues todos sus hermanos ya estaban casados y por ende habían salido del ‘hotel mamá’, y ella era la única que quedaba.
Sin embargo, luego de la muerte de su padre, decidió regresar para vivir con su madre, pues entre los hermanos consideraron que no era sabio dejar a la consentida del hogar, que lo mejor era cuidar de ella y brindarle acompañamiento. Además de su madre, vive con una tía, con su abuela quien cumplirá 100 años, con dos perros, una lora, la tortuga, varias gallinas kikas, y una de sus sobrinas, que es para Angélica como la hija que nunca tuvo.
Su padre y la filosofía
“Un hombre muy fregado por fuera, pero dulce por dentro”, así describe al hombre que marcó su vida, su padre Carlos Alberto Bejarano, hijo único, quien falleció hace ocho años y que será la persona que ella siempre admirará por su inteligencia, sabiduría y esfuerzo.
“Una de las razones por la que yo estudié filosofía, fue por la profesora de historia del colegio y mi papá. Yo era una buena alumna que tenía tiempos de indisciplina y en uno de esos momentos de rebeldía, la profesora me castigó poniéndome a hacer un trabajo donde tenía que exponer todo acerca de Grecia; respecto a esto mi padre me dijo una frase muy sabía: “vea mona, usted verá si recibe esto como un castigo o aprende a disfrutarlo”. Efectivamente me enamoré de Grecia, y realicé un trabajo tan bueno que todavía lo tengo. Esta experiencia me marcó y por eso decidí estudiar filosofía, y es una decisión de la cual nunca me arrepentiré”.
Diaz felices y días tristes…
Angélica asegura que uno de sus días más felices, fue cuando logró graduarse de la maestría en Filosofía de la Universidad del Valle, según ella, leer a Nietzsche fue uno de sus retos, pues no sabía a qué prestarle atención, si a la razón o al sentimiento; pero lo mejor de todo el proceso, fue que su tesis salió meritoria.
El lado triste de la historia, cuenta que la muerte de su padre fue la tragedia familiar más grande que hayan experimentado, pues debido a una diabetes tuvieron que enfrentar con mucho dolor las diferentes etapas de esta enfermedad, primero quedó ciego y luego hubo que amputarle una pierna.
El día del funeral ella atendió a todo el mundo, aparentemente estaba muy serena porque repartió tinto y aromáticas a los invitados, pero luego de vivir la amarga experiencia de enterrar a su padre, unos meses después, Angélica terminó hospitalizada, hasta el punto de llegar a quedar paralizada, a lo que el médico le dijo: “esto es producto de un duelo que no hiciste”.
Angélica manifiesta algo muy particular, y es que los cumpleaños de mamá tomaron otro rumbo, pues su padre murió un 28 de mayo, y el 29 de ese mismo mes, su madre cumple años.
Su visión filosófica acerca de la enseñanza
A lo largo de su vida descubrió que su pasión era ser maestra, “es algo que he disfrutado mucho y por eso no me arrepiento de haber estudiado filosofía, porque además me ha dado otras habilidades, me he dado el gusto de trabajar toda mi vida con maestros y esta experiencia me ha llevado a otros mundos”.
El legado para sus estudiantes siempre fue infundirles el amor a la lectura y dice que ella lo logró antes de irse de la Universidad Autónoma de Occidente, institución a la cual perteneció desde el año 1991; inicialmente como docente hora cátedra. “Ningún estudiante se había leído un libro de tapa a tapa, y una vez lo hicimos, fue muy satisfactorio para los chicos”, manifestó.
Una cosa que le critican sus colegas a Angélica, es la demora para entregar notas, pero ella manifiesta que este es un ejercicio con el que ella sentía mucho compromiso. “Pienso que cuando uno evalúa, certifica que la persona sabe; por ejemplo, si hay un estudiante ‘maqueta’ estudiando medicina, y uno como docente permite que siga, eso se convierte en un peligro ambulante, y en la universidad no se trata de la famosa frase. “Profe, ayúdeme”. La manera de cambiar el mundo, es haciendo las cosas bien y los maestros deben tomar conciencia de esto”.
‘La Crocheta’ de la UAO
Una de las experiencias que más recordará Angélica de su paso por la Autónoma de Occidente, fue haber pertenecido a ‘La Crocheta’, un grupo exclusivo de mujeres de la Universidad, liderado por Cecilia Montalvo de Moreno, Secretaria General de la Universidad, mejor conocida como la ‘doctora Cecilia’.
‘La Crocheta’ era un espacio mensual sagrado para compartir, reír y hasta disfrazarse. “En este grupo estaban prohibidos los hombres, además que cuando nos íbamos a reunir, hacíamos toda la bulla posible para que se enteraran que teníamos fiesta, entonces los hombres empezaban a sufrir. Hubo un momento en que Héctor Rizo creó ‘La Cruceta’, exclusivo para hombres, pero no le funcionó, no se le apuntó ni uno”, comentó Angélica.
Algunos de sus autores favoritos
- ‘Cartas a un joven poeta’ del Alemán Rainer Maria Rilke, es una de sus mejores compañías, “este libro lo descubrí cuando estudié en la universidad, y trata acerca de la relación de un aprendiz poeta con su maestro y me encantan las cartas que aparecen allí, son bellísimas”.
- El Alemán Martín Heidegger es otro de sus favoritos, Angélica dice que una de sus promesas es volverlo a leer ahora que está jubilada.
“La academia me enseñó a ser fuerte, yo era muy llorona y en la Universidad me tuve que formar en este aspecto de mi vida. Aprovecho para decirle a todos mis compañeros, que fueron muy buenos maestros para mí, grandes amores y por períodos grandes desamores, pero siempre unidos, sin rencillas, sin rencores, y solidarios como una buena familia.
«Y como uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida, según una canción de Mercedes Sosa, yo creo que volveré a la Universidad como docente hora cátedra”.
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