Por: Pedro Rafael Solórzano Campos
Licenciado en Ciencias Administrativas
Master en Finanzas
prsolorzano@uao.edu.co
El punto de partida para organizar nuestras finanzas es sin duda el presupuesto, y lejos de ser una técnica complicada, es sencillamente realizar un balance entre nuestros ingresos y egresos. El manejo de esta herramienta nos ayudará a sacar el mejor provecho de nuestro dinero.
En primer lugar, debemos considerar nuestros ingresos mensuales, si solo contamos con nuestro salario, tomaremos aquel monto que efectivamente recibimos como abono a nuestra cuenta, lo ideal es hacerlo en columnas para los 12 meses del año, con lo cual tendremos que incluir bonificaciones y primas en aquellos meses que se espere recibirlas. Este será la base de la cual comenzamos a descontar los gastos.
Este segundo rubro contiene una gran cantidad de componentes, los mensuales o recurrentes como; servicios, arriendo y administración, los anuales como primas de seguro, impuestos de renta o predial; y aquellos esporádicos o discrecionales como la compra de algún bien. Tenemos que ser francos en incluir todos y cada uno de los egresos que debamos cubrir en el año.
Con todo esto podemos determinar el saldo o remanente del cual es recomendable tomar una parte como ahorro, y el resto, si lo hubiere, lo dejaremos para aquellos gastos anuales que desde Enero ya sabemos que tendremos que pagar. Es en este momento en que debemos revisar nuestras prioridades y ajustar nuestros egresos en función del ingreso; es aquí donde seguramente encontraremos partidas en las que estamos gastando innecesariamente.
Aún con estas previsiones, si incurrimos en la compra de un vehículo o realizamos gastos por encima de lo planificado, tendremos situaciones en las que tendremos que recurrir al crédito, y aunque esto en sí no es una mala práctica, ya que nos permite adquirir activos de manera programada con cuotas mensuales, sí abusamos de los préstamos, podemos exponernos a comprometer nuestro presupuesto y caer en mora. Lo cual se va a traducir en una mala calificación en las centrales de riesgo como Datacredito o Cifin.
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